Olvídate de resoluciones de Año Nuevo, mejor redacta una lista de “24 para 2024”
Jemima Kelly
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Jemima Kelly
Las resoluciones de año nuevo y yo tenemos una larga historia juntas, y no una muy feliz. Ha habido años en los que las he abandonado el 1 de enero, algunas veces he llegado hasta febrero, pero nunca he llegado hasta marzo.
Embarcarme en una vida de abstinencia y ascetismo en la época más sombría del año —y a menudo con la resaca más grande del año— nunca ha resultado ser una buena receta para el éxito. Y fue así como, hace aproximadamente una década, abandoné todo el concepto. Si realmente quería estar más saludable, ser más rica y, en general, simplemente ser una mejor persona, podía trabajar en esas cosas de otra manera en otro momento del año.
“Establecer objetivos para los próximos doce meses es mucho más lograble y mucho más divertido”.
Parece que no fui la única. Según una encuesta de YouGov de la semana pasada, sólo el 16% de los británicos tiene intención de fijarse alguna resolución para 2024 —las mujeres tienen casi un 50% más de probabilidades de hacerlo que los hombres—, frente al 63% de una encuesta de YouGov de 2015. Tampoco soy la única con un historial desalentador: las investigaciones sugieren que la mayoría de la gente abandona sus resoluciones en el primer mes, siendo el segundo viernes de enero el día más habitual para hacerlo, según un estudio.
Pero el problema de embarcarse en un nuevo proyecto o régimen en otra época del año es que no conlleva el tipo de impulso o sensación de empezar de nuevo que puede aportar un nuevo año. Tampoco suele producirse inmediatamente después de la ruptura con la rutina normal y el espacio para la reflexión que ofrecen las fiestas (entre enormes trifulcas familiares, por supuesto). A menudo, en la práctica, de hecho no sucede.
Yo sentía que necesitaba algún tipo de alternativa temática para el año nuevo y, a finales de 2020, durante un deprimente confinamiento, me topé con una en el podcast “Happier with Gretchen Rubin” (Más feliz con Gretchen Rubin). En lugar de fijarme una o dos resoluciones agobiantes, se me ocurrió una lista mucho más divertida y creativa, “21 para 2021”, de 21 cosas que me gustaría hacer durante los próximos doce meses (añadiendo una anualmente para que coincidiera con el año).
Yo las considero como objetivos, aunque la propia Rubin, copresentadora del pódcast y autora de varios libros, entre ellos “Objetivo: Felicidad”, me dice que prefiere la palabra “propósitos”, porque “aunque no llegues hasta el final, puedes avanzar en la dirección correcta”.
Lo que no son, son resoluciones. En mi opinión, la diferencia psicológica clave es que ninguno de estos objetivos son cosas que se puedan “romper” si (y cuándo) cometes un error; te das todo el año para lograrlas. Rubin sugiere tener un número predeterminado de objetivos que puedas modificar, para que no sientas que has fracasado si tienes que hacer algunos cambios. (A mí me funciona bien que una cuarta parte de la lista sea modificable).
El hecho de tener tantos objetivos te quita presión sobre uno solo y te permite pensar en formas de mejorar tu vida fuera de las categorías habituales de “hacer más ejercicio, comer más sano, ahorrar algo de dinero”. Algunos de los objetivos pueden estar relacionados (y creo que deberían estarlo) con el puro disfrute hedonista.
Y Rubin también anima a utilizar el número del año en los objetivos individuales; el año pasado me propuse leer 23 libros y preparar 23 recetas nuevas (avancé un buen camino, gracias a algunos esfuerzos adicionales de fin de año). Además, ella sugiere tener uno o dos que se puedan alcanzar el primer día o la primera semana para sentirse animado.
“Mucha gente tiene muy mala relación con las resoluciones de año nuevo, o creen que son arbitrarias y por eso no se animan a cumplirlas”, dice Rubin. “Utilizar el número del año para la lista es tan obviamente arbitrario que la gente sólo lo ve como un elemento lúdico. Enmarcar las cosas de otro modo supone una enorme diferencia. Simplemente parece desbloquear una parte distinta de tu naturaleza”.
Es importante que los objetivos no sean demasiado vagos, ni que apunten a cosas que no podamos controlar nosotros mismos. Como enseñan los consultores de gestión, “los objetivos SMART (siglas en inglés que representan específicos, medibles, alcanzables, razonables y de duración limitada) suelen ser los más eficaces”. Y aunque los estudios han demostrado que los “objetivos orientados a obtener resultados” tienen más probabilidades de éxito que los “objetivos orientados a evitar algo”, estos últimos son a menudo tan importantes —si no más— que los primeros. Salir a correr puede ser estupendo para el corazón, pero dejar de fumar podría ser aún mejor.
Por supuesto, es posible que no consigas completar toda la lista. Yo pude lograr 13 de mis 23 objetivos del año pasado —una ligera mejora con respecto al año anterior (11.5 de 22), lo cual a su vez supuso una mejora con respecto al año anterior —, pero el hecho de que voy mejorando me motiva para esforzarme aún más el año que viene. Créeme: es agradable poder empezar el año sin sentirse como un fracaso. Así que olvídate de tus tediosas resoluciones y haz más bien una lista de 24 para 2024.